Urtain contra Urtain

No voy a descubrir nada a estas alturas si digo que Urtain es una de las grandes obras de la temporada –buenas críticas, taquillazo y 12 candidaturas a los Premios Max-, pero aún así quiero sumarme a los aplausos de ese teatro que sabe exprimir todos sus recursos.

Primer acierto, contar la historia en orden cronológico inverso, desde el suicidio del boxeador cuatro días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, olvidado por la España que le aupó, hasta la muerte del padre, un coloso tremebundo que reta a 16 parroquianos del bar de su pueblo a que salten sobre su cuerpo para demostrar su fuerza. Porque en nuestras propias vidas hacemos esos recorridos inversos para explicarnos y darnos sentido, y porque narrativamente es original y excitante.

El uso de estribillos: la frase de Urtain “Qué he hecho yo para que todo lo que hago sea tan sucio” pronunciada al morir, en el gran combate contra Cooper y en alguna otra ocasión, y que resume la compasión con la que la compañía se acerca al personaje. O la de su descubridor, un empresario de San Sebastián que repite “Él que ponga la fuerza la bruta, y yo pondré todo lo demás”. Y también el “por cojones” tan de la España de la época y por desgracia aún tan nuestro.

La estructura en asaltos y las transiciones de uno a otro, que hacen fluir la historia, como lo hace la transgresión espacial y la simultaneidad de voces procedentes de contextos diferentes. Así, es posible ver en escena el cuerpo muerto de Urtain en medio de la redacción del Marca y escuchar a los periodistas discutiendo sobre el titular del suicidio, al tiempo que el presentador, en su papel de maestro de ceremonias, introduce al público lo que va a ver durante la función, y el director del periódico, desde fuera del  ring, reflexiona en voz alta sobre el suicidio. Podría resultar caótico, pero es rítmico y lírico.

El toque de humor, necesario ante tanto drama,  cuyo mejor exponente es un increíble Luis Bermejo haciendo de Raphael. Y ya que he empezado a hablar de actores, impagable e inmenso, Roberto Álamo, metido literalmente en las carnes de Urtain, a la manera de un De Niro en Toro Salvaje. Perdió kilos, ganó músculo, entrenó hasta la extenuación para estar a la altura física del personaje. Pero también clava la dicción, ese farfulleo pueblerino y entrecortado, y sobre todo la emoción y la rabia. El Urtain de Animalario puede ser, como explica su director, Andrés Lima, un objeto de manipulación del franquismo, marca nacional, junto al toro y al coñac, “símbolo de la España de raza, salido de la pobreza y el catetismo a base de hostias”.  Pero la verdad de la obra está más allá, en el interior del personaje, y esa lectura también está presente. Urtain jugó ese juego porque a él también le interesaba, económicamente más que nada, y perdió porque no tenía las herramientas adecuadas, víctima de sus propios orígenes, del maltrato familiar y la estrechez de miras, por no decir garrulismo, del mundo del cual procede.

Aunque inevitablemente sobresale el papel de Álamo, hay un trabajo armonizado y conjunto de la compañía, muy del estilo Animalario.  Alfonso Lara como manager, Víctor Masán como presentador vertiginoso, Raúl Arévalo como Pedro Carrasco y Adolfo Suárez y María Morales como Marisa. Es cierto que los papeles femeninos tienen menor lucimiento y que el punto de vista es muy “macho”, pero probablemente esto pueda justificarse en la sociedad que la obra refleja.

En cuanto a la puesta en escena, es impecable. La estructura del ring y las tres gradas laterales permiten una cercanía  suficiente como para palpar el ambiente, magníficamente construido con las luces (Valentín Álvarez y Pedro Yagüe), con protagonismo de la cenital y los focos móviles laterales, y el sonido (Nick Powell). Ambos son esenciales en la recreación dinámica del momento de gloria -la entrada de Urtain en escena, rodeado de una maraña de periodistas y fotógrafos- y de caída del falso héroe -el gran combate contra Cooper, contado como una lucha fantasmagórica de Urtain contra sí mismo-.

Para terminar, un enlace a un extracto del documental de Manuel Summers sobre Urtain, una entrevista de José María García, autor del libro Comedia Urtain que contribuyó a derribar el mito y un reportaje de TVE.

1 Respuesta to “Urtain contra Urtain”


  1. 1 Nicky Negrete 12 abril, 2010 a las 13:43

    Me parece una disección de la obra hecha con bisturí. Es un análisis muy fino y exhaustivo. Me gusta. Tendré que pedirte opinión de vez en cuando.


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